Mensaje a la Provincia Dominicana de Filipinas con motivo de su Profesión como Miembro de las Fraternidades Sacerdotales de Santo Domingo pronunciado por Su Eminencia Reverendísima José F. Cardenal Advíncula, Jr., el 11 de diciembre de 2021
Muy Reverendo Padre Filemón de la Cruz de la Orden de Predicadores, Prior Provincial de la Provincia Dominicana de Filipinas, mis queridos padres y hermanos dominicos, otros miembros de la familia dominicana, queridos todos en Cristo.
Esta noche me siento muy honrado por el cálido abrazo de bienvenida que me han dado como nuevo miembro de la familia dominicana a través de mi profesión como miembro de las Fraternidades Sacerdotales de Santo Domingo. La experiencia es para mí verdaderamente abrumadora. Imagínense ponerse el hábito que llevaron Domingo de Guzmán, Tomás de Aquino, Domingo de Salazar, Miguel de Benavides, Buenaventura García Paredes, Leonardo Legaspi y mis estimados formadores y profesores dominicos.
Siempre me he considerado un hijo de Santo Domingo, habiendo sido educado y formado, primero, por las Hermanas Dominicas en la St. Martin Academy en mi ciudad natal (Dumalag, Capiz), y más tarde por los Padres Dominicos en la University of Santo Tomas Central Seminary en Manila y en la Pontificia Università San Tommaso D’Aquino en Roma.
Nos alegramos con gratitud por los cincuenta años (Bodas de Oro) de la Provincia Dominicana de Filipinas y la celebración de los 800 años del dies natalis de Santo Domingo. Es providencial que celebremos igualmente los 500 años de la llegada del cristianismo a nuestra tierra. Recordamos las grandes contribuciones de los hijos de Santo Domingo a nuestro país. Para el Papa Francisco, el don de Santo Domingo y de los dominicos puede verse en su misión en las escuelas e institutos de enseñanza superior, en las artes y las ciencias, en la sencillez de la pobreza y en las obras de caridad, e incluso en el martirio de muchos miembros de la familia dominicana. Como destaca el Papa Francisco, “El carisma dominicano de la predicación se desbordó pronto en la constitución de las diversas ramas de la gran familia dominicana, abarcando todos los estados de vida en la Iglesia.”
El primer obispo de Manila fue un dominico, Domingo de Salazar. En la carta del Papa Francisco al Maestro de la Orden, el Muy Reverendo Fray Gerard Francisco P. Timoner III, OP para el Jubileo Dominicano, el Santo Padre menciona a Domingo de Salazar y lo describe como un gran hijo de Domingo, arraigado en la autenticidad de los derechos humanos universales, y defensor de la dignidad y los derechos de los pueblos originarios. La gloria de Santo Domingo se vio por primera vez en nuestro país en la misión de luchar por los derechos de los humildes y los oprimidos. Soy el 33º sucesor de Domingo de Salazar, y rezo para que, como miembro de la familia dominicana, yo también aprenda de Santo Domingo, mientras apaciento la Iglesia local que se me ha confiado.
Se dice que Santo Domingo, al rezar “estaba sentado en silencio, se detenía en el recogimiento con una actitud interior de escucha”. Le pido a Santo Domingo que me enseñe a ser un pastor que escucha. El pasado 8 de diciembre, después de haber ordenado a cuatro dominicos por la mañana, recibí por la tarde el palio, que es un recordatorio de que, como pastor, cargo las ovejas sobre mis hombros para poder llevarlas a casa, al redil del Señor. Los hombros del pastor deben ser el lugar privilegiado para los perdidos, los hambrientos, los abandonados y los heridos. Sobre sus hombros, las ovejas a su cuidado están muy cerca de sus oídos y de su corazón. Desde allí, pueden susurrar libremente sus quejas y lamentos, expresar sus pesares y clamores, y manifestar sus deseos y alegrías. Y a esto, el pastor responde: “¡Audiam! Os escucharé. Os escucho atentamente y os quiero. Venid, vayamos juntos a los pastos verdes y a las aguas tranquilas del Señor”.
La constitución de las monjas dominicas da a entender que Santo Domingo llevaba a los pecadores, a los abatidos y a los afligidos en el santuario más íntimo de su compasión. Al comienzo de mi vocación dominicana, he buscado la misericordia de Dios. Que la misericordia de Dios me permita llevar en el santuario íntimo de mi compasión a las personas que me han sido confiadas.
Incluso cuando su vida estaba en peligro, se dice que Santo Domingo cantaba alegremente durante sus viajes. Derrochaba coraje, alegría y esperanza. Recemos para que podamos ser Domingo en nuestro mundo de hoy llevando los dones de Dios de coraje, alegría y esperanza.
Amang Santo Domingo, ipanalangin mo kami. Maraming salamat po.
Este artículo ha sido tomado de Phildom, el boletín oficial de la Provincia Dominicana de Filipinas, edición de diciembre de 2021
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